Bomarzo



“El recuerdo de aquellas alegorias gravito sobre mí poderosamente. Años después, cuando conseguí llevar a cabo el Sacro bosco de los Monstros cuya semilla maduraba en lo profundo de mi ser y qye fue el corolário de los Orlandos me surgirió algunas de sus esculturas extrañas, hombres descomunales, dragones y arpías, de modo que si el surrealismo de mi creación – que provoca actualmente el estupor de maestros de esa escuela tan imaginativos como Salvador Dali- debe buscarse en fuentes telúricas como la que prove ela tradición estrusca local, o en homenajes sentimentales como el que suscita el elefatne de Abul, también se li debe buscar en el hechizo que brota de Boiardo y Ariosto, caldeado de genial fantasia. Desde cierto punto de vista, el Sacro Bosque de Bomarzo ha sido, en piedra, lo que Orlando Furioso fue en peregrinas palabras. Uno y otro inician una época, de esa revolución me corresponde y qye los críticos no me han reconocido hasta ahora. Se ha escrito que el Furioso representa, con Boiardo y Pulci, la última forma del interés por la poesía de los paladines. Si, pero además representa la primera forma de otro interés, moderno. Lo mismo sucede con mis estatuas. Un mundo estético nuevo, más libré, aguardo detrás de mis Maravillas, monumento elevado a Orlando, a Ruggiero, a Reynaldo, a Angélica, a Astolfo, a Brandimarte, a Brandamante, a Grifone, a Aquilante, a Fiordiligi, a Atlante, al mago Merlín.”

Manuel Mujica Lainez, Bomarzo, 8ª ed., Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998.

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